La ceremonia de inauguración de los juegos olímpicos de Londres consistió en un repaso de las aportaciones del Reino Unidos a la ciencia, la literatura y el progreso; con una mención especial a la Seguridad Social de allí, que no debe ser tan buena, ya que los turistas británicos vienen a operarse a España... Pero, en fin, cada uno presume de lo que quiere. El caso es que a partir de eso la ceremonia se conviertió en una fiesta, un homenaje a la televisión, el cine y muy especialmente a la música moderna. Estuvo bien, pero me hizo pensar, si los últimos cien años de historia no tienen más que ofrecer que la industria del entretenimiento es que algo estamos haciendo muy mal. Finalmente, se centró en la tecnología de los móviles, redes sociales y demás. Ahí sí que me quedé preocupada: si la gran aportación de la humanidad a este siglo es el facebook, estamos perdidos.
Al final va a resultar que vamos camino del Apocalipsis. Así que, las grandes mentes de nuestra era no están investigando sobre nuevos combustibles, aviones supersónicos o industrias punteras. No, están diseñando aplicaciones para el e-phone y similares. Los ingenieros de la actualidad dedican su tiempo a actualizar el twitter. Las industrias farmacéuticas no buscan solución para enfermedades endémicas o raras. No, investigan fármacos para adelgazar y cremas para tener la piel tersa como un bebé; que dan más dinero. Ni siquiera los organismos internacionales se preocupan como antes por los conflictos y las hambrunas. Ahora se centran en promover la ideología de género y el aborto. Estos son los grandes avances del siglo XXI. Dios nos coja confesados.
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