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Nubes sobre el Mar

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Cuadro pintado por mi hija pequeña
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martes, 25 de agosto de 2015

Verse a la legua

Una legua es una antigua medida de longitud. Verse a la legua es verse de muy lejos pero no se refiere tanto a objetos como a situaciones. Yo lo veo todo a la legua. Es una faena. Como luego no tengo poder de convicción me da lo mismo. Sólo me queda en consuelo a posteriori del "ya os lo dije", pero no es mucho. Yo antes pensaba que la gente no se enteraba por prejuicios o por no pensar demasiado en ningún tema; también por influencia de la televisión y la tecnología. Últimamente estoy llegando a la conclusión de que algunos simplemente son tontos. Será poco cristiano decir eso, pero es que no se me ocurre otra explicación lógica.

Un tonto es el que hace tonterías, decía Forrest Gump. También lo es quien no utiliza sus neuronas y las deja morir. El problema del alcohol entre los jóvenes en España y de otras drogas es algo realmente muy serio aunque nadie quiera abordarlo. Emborracharse todos los fines de semana no sale gratis a nivel biológico y cerebral. No es de extrañar que existan tantas personas incapaces de dar una respuesta lógica a ningún problema. Me preocupa que estemos perdiendo una generación en España entre los ninis, el alcoholismo y la promiscuidad. Los padres y madres de las familias del mañana pueden estar yendo por muy mal camino.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

A la buena de Dios

Significa de cualquier manera, en un sentido de inshalláh, es decir, que sea lo que Dios quiera. Vivir a la buena de Dios es llevar una vida desordenada, un poco improvisada. Es muy propio de esta época donde mucha gente no parece tener un objetivo claro más allá del mismo día que están viviendo. La necesidad de información inmediata y comunicación inmediata por medio de dispositivos electrónicos como las tablets o el móvil reflejan claramente esta sociedad en que la gente necesita estar al día de todo pero si profundizar realmente en nada. Placer inmediato, diversión basada en el consumo de alcohol, son otros síntomas.

Estar a la buena de Dios es no tener un proyecto de vida ni unos principios claros. No es de extrañar teniendo en cuenta el nivel de cultura general de nuestros jóvenes. Yo suelo ver Ahora caigo y más de una vez me quedo pasmada de que no sean capaces de contestar a cuestiones tan evidentes como quién fue el padre de Juan Carlos I, por ejemplo. Y es que, cuando ni siquiera se conoce el pasado, es difícil que se pueda tener ideas claras sobre el futuro. Como dice el humorista Goyo Jiménez, la Logse ha hecho un daño tremendo. Para los que no lo saben, se trata de la última ley de educación española. Siendo así, la situación tiene mal arreglo. No es raro que haya tanta gente a la buena de Dios.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Turismo de desenfreno en España

Esta entrada va a atraer muchas visitas... Estos días se ha armado mucho revuelo porque parece ser que en Barcelona se alquilan pisos a turistas que sólo vienen a España para emborracharse, drogarse y practicar sexo. No es nada nuevo. De hecho existen varios lugares especializados en ese tipo de turismo como Ibiza, Salou, Gandía o Mallorca. Lo que ocurre es que hasta ahora no se habían quejado mucho los vecinos porque al fin y al cabo muchos se benefician económicamente de la llegada de esos nuevos bárbaros que sólo traen ganas de divertirse a cualquier precio. Vienen a desmadrarse como nunca lo harían en su país porque no les dejan.

En cierto modo, parte de España se ha convertido en el puticlub de Europa. Pero eso es algo que se ha venido promocionando directamente durante años sin que nadie dijera nada hasta que ya la situación se ha hecho incontrolable. Habría que replantearse si queremos cantidad o calidad en los turistas que vienen a visitarnos. Eso supondría también empezar a controlar realmente a los establecimientos que venden alcohol a cualquier hora y a los traficantes, y aumentar la presencia policial. Pero el problema es que aquí en cuanto aumentas los controles hay quien apela a la libertad. De este modo, la situación tiene poco arreglo. Así que luego no vale quejarse.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Quien mal anda, mal acaba

Me suelen decir que para qué me meto yo a opinar sobre las vidas de otras personas. Hay quien confunde el respeto al prójimo con esconder la cabeza debajo del ala. Si yo pensara que las cosas no tienen consecuencias, dejaría que cada cual tropiece con sus propias piedras y ya aprenderán. Pero lo malo es que hay actitudes y situaciones que no tienen marcha atrás. Cuando uno empieza con las drogas por ejemplo o a emborracharse cada fin de semana, habitualmente este hábito va a destrozar su vida, va a perjudicarle mucho más seriamente y más a largo plazo de lo que piensa. Por eso siento que tengo la obligación de decirlo.

Todos creen que esas cosas sólo les ocurren a los demás. Yo puedo dejarlo en cualquier momento, a mí no me afecta... No es cierto. Realmente la excepción son los que salen de esa clase de problemas sin secuelas de ninguna clase. En el peor de los casos echan a perder sus estudios, su profesión y su familia. Así que no es cuestión baladí. Quien se mete en una vida de excesos es difícil que pueda volver a acostumbrarse a la moderación, a la vida familiar o las responsabilidades laborales. Por eso, cuando veo por la calle gente con aspecto de estar metidos en esa clase de problemas, tengo que admitir que los prejuzgo, pero lo peor del caso es que no suelo equivocarme.

miércoles, 17 de julio de 2013

Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe

Otro dicho muy sabio. Significa que cuando se repite mucho una acción arriesgada es probable que acabe en fracaso. A mí me choca bastante cuando emiten documentales sobre gente que se dedica a escalar montañas o hacer rafting y dicen eso de: ya llevo diez picos de más de cinco mil metros. Vale, pero eso significa que tienen cada vez más posibilidades de matarse. Es una cuestión de estadísticas, cuanto más riesgo se corre más cerca se está del desastre. Ya me imagino que no les importa. Sin embargo, cada vez que alguien se despeña hay una gran cantidad de personas que se juegan la vida por socorrerle y otros muchos que le añoran para siempre.

Quiero decir, que nuestras acciones afectan a otras personas. Por eso, adoptar actitudes de riesgo me parece mal en sí mismo. Quien bebe demasiado, toma drogas o conduce de forma temeraria, por ejemplo, está jugando con su vida pero también con la de otras personas. Y aunque sólo sea eso, sirviendo de mal ejemplo para chicos inmaduros. Quien tiene muchas parejas sexuales se arriesga a embarazos, enfermedades venéreas y relaciones destructivas. Todo ello perjudica al menos a otra persona. Por eso, cuando dicen que todo se soluciona con el uso del preservativo, yo quisiera recordar, en primer lugar que no es infalible, y en segundo lugar, que toda relación de pareja implica un riesgo afectivo importante.

viernes, 15 de febrero de 2013

La responsabilidad del autor

Supongo que os ha pasado alguna vez que tenéis ganas de escribir un post y no tenéis ningún tema en la cabeza en ese momento. Así que te pones a repasar las noticias y lo que has hecho durante el día hasta que se enciende la bombillita... Ya sé. Esta mañana he escuchado una canción de Melendi que me encanta, Lágrimas desordenadas. Tiene mucha fuerza. Pero no pude evitar pensar que no debería escribir temas como ése. Porque se supone que Melendi se ha rehabilitado de varias adicciones y por tanto sabe lo que cuesta salir, y en esta canción habla de "plantar un jardín de la alegría" y de "pasar la noche pegado a una botella".

Ya me imagino que esas son la clase de cosas que le gustan a su público mayoritario, pero tal vez no sabe que hay muchos adultos, y también niños, que también le seguimos, y que tiene una cierta responsabilidad personal de dar mensajes positivos, o al menos que no sean perniciosos para la sociedad. Porque si Melendi no se hubiera rehabilitado, bueno, tendría bastante sentido, pero él mismo dice que ha asistido a terapia para llevar una vida más sana. Me recuerda a Estopa, que ya sabéis que es mi grupo favorito pero siempre están haciendo apología de la droga. Me parece bastante irresponsable por su parte.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

El día en que perdimos la normalidad

No sé como sucedió pero fue algo gradual. Cuando yo era pequeña tenía una idea bastante clara sobre lo que estaba bien y lo que estaba mal, aunque naturalmente luego cada cual tomaba sus propias decisiones. Así sabíamos claramente que la droga era peligrosa, porque todos los días moría gente por sobredosis en esa época. Pero como ahora no se trata de heroína sino de otras sustancias, parece ser que se ha aceptado en la sociedad y en algunos ambientes el raro es el que no se droga. Lo mismo con el alcohol. Si antes te tomabas un par de copas y parabas, porque salía muy caro, ahora para algunos lo normal es emborracharse hasta caer redondo al suelo.

Cuando era jovencita ya no se llevaba mucho lo del novio formal. Digamos que eran relaciones más libres, pero no hasta el punto de acostarse cada día con un chico diferente. Ahora resulta que pareja es sinónimo de sexo y a veces sin apenas conocerse. Toda la vida ha habido matrimonios que no funcionaban y se separaban. Hace veinte años también había muchos que vivían juntos sin estar casados. Pero ahora lo que se lleva es casarse y no durar más de cinco años. Pues para eso más valía que se lo pensaran más. Hace años la vida era un derecho sagrado; ahora depende de la conveniencia de cada cual. Eso es lo peor que hemos perdido.

jueves, 18 de octubre de 2012

La tentación de la anarquía

O cuando el maligno no sabe qué hacer, con el rabo espanta moscas. O la ociosidad es la fuente de todos los males. Vamos, que juntamos unos cientos de jóvenes ociosos, aburridos porque no estudian y con exceso de energía porque no trabajan, unos litros de alcohol y algún estimulante más..., y no es de extrañar que acabemos con incidentes graves en todas las celebraciones públicas. Ahora resulta que salir de fiesta es sinónimo de vandalismo: romper mobiliario urbano, escaparates y la crisma de algún policía si se tercia. Y todo ello porque no existe ley ni justicia, porque si les pusieran una buena multa que pagaran sus padres se acababan de una vez todas las tonterías.

Ahora ya no hay fiestas del pueblo o del barrio que se precien si no cuentan con un botellón y unos buenos incidentes. Se ve que descargar la adrenalina en el parque de atracciones sale caro, y hacer deporte no está de moda. Como los partidos televisados no dan para tanto y ya no tienen la mili, la agresividad tiene que salir por otro cauce. Pero no podemos permitir que se ponga en entredicho el estado de derecho y que los ayuntamientos tengan que gastar tanto dinero en seguridad y en enmendar los destrozos, sólo porque unos chiquillos malcriados no saben ya qué hacer con su tiempo libre y se ve que hay cosas que el móvil no puede reemplazar. Si no se les para a tiempo, irán a más.

Mi padre está otra vez en el hospital. Paso a modo de mínimos. Tendré que dejar los comentarios en espera y no seguir los enlaces. 

jueves, 13 de septiembre de 2012

Quien siembra vientos recoge tempestades

En nombre de la libertad de expresión se han permitido demasiadas veces ataques contra personas o instituciones determinadas. Son sólo palabras, dicen, pero no es cierto. El lenguaje agresivo estimula la agresividad. Desde el momento en que se pierde el respeto a algo o a alguien, no es de extrañar que algún desequilibrado, o tal vez no tanto, aproveche para descargar sus iras contra ese objetivo, sabiendo que alguien le va a respaldar. La culpa es de los que lo han fomentado. Hay quien discute sobre si hablar a los jóvenes de sexo puede incitar su curiosidad para probarlo. Yo no tengo ninguna duda al respecto. También cuando se saca un programa sobre criminalidad o mal comportamiento en los jóvenes, eso produce un efecto llamada. Digamos que es tanto como plantear que esas situaciones forman parte de la normalidad cotidiana y, por tanto, como si realmente las aprobáramos.

Por eso hay que ser muy cuidadoso, tanto con lo que se dice como con lo que se escribe, especialmente en medios públicos. Estos últimos llevan décadas empeñados en hacernos creer que el sexo de una noche, emborracharse en plena calle o tomar drogas, son cosas normales que todo el mundo hace. Especialmente, a través de las series y películas españolas. Pero afortunadamente eso está lejos de la realidad. La inmensa mayoría de las personas somos monógamos, no bebemos más de una copa ni fumamos porros. Lo que ocurre es que los que sí que lo hacen son más famosos, más ruidosos y se hacen notar. Por eso, al menos en este blog, intento recuperar una imagen de lo que debería ser la normalidad. Al menos no me sentiré culpable de las tormentas que otros han provocado.

Hasta aquí el post que tenía escrito. Ahora se ha sabido que el ataque a la embajada de EE.UU. en Libia se debe a una película blasfema americana contra el profeta Mahoma. Aquí en occidente, se ha tomado por costumbre que todo vale en nombre de la libertad de expresión. Los cristianos estamos hartos de soportar ataques injustificados contra nuestras creencias. Era de esperar que alguno se creyera que podía hacer lo mismo con los musulmanes impunemente. Estoy indignada y repruebo absolutamente esa película contra Mahoma. Que yo no sea musulmana no me da ningún derecho a burlarme de las creencias ajenas. Al final vamos a tener que aprender esta lección por las malas.

jueves, 3 de mayo de 2012

Alcoholismo

España es un país extraño. Hace años, cuando yo era pequeña, la gente bebía bastante vino en las comidas, cerveza en los bares, pero no se emborrachaban. A los chicos menores nos dejaban beber incluso en casa. Recuerdo que mi padre me dio a probar whisky una vez pero no me gustó nada y sigue sin gustarme. Quiero decir que entonces el alcohol no se veía como algo tan nocivo y, sin embargo, el consumo era mucho más razonable. Ahora que sabemos todo sobre el alcoholismo, resulta que muchos de nuestros jóvenes y casi niños se emborrachan por rutina todos los fines de semana, sin que las autoridades o sus propios padres hagan nada por impedirlo

En los bares donde tomo café, a menudo me encuentro con hombres mayores (de unos sesenta años) que ya temprano por la mañana están borrachos. Vienen al bar buscando conversación con los camareros, los cuales los sufren con paciencia y bastante lástima. Beben solos. Son los últimos supervivientes de una generación donde el alcohol estaba ligado a la vida social y sólo unos pocos cayeron en el vicio por circunstancias especiales de su vida. Me pregunto cuántos borrachos habituales habrá de aquí a veinte años, de esta generación que utiliza el alcohol como medio para divertirse, porque parece ser que no saben hacerlo de otra manera. No van a caber en los bares, me temo.