Jesucristo dijo esta frase cuando, después de predicar por Galilea quiso volver a Judea y, al acercarse a su pueblo de nacimiento todos decían: ¿no es ése el hijo del carpintero? y no le querían escuchar. Como si ser carpintero significara que ya no tenía nada interesante que decir. Claro, que hay que tener en cuenta que en la religión judía sólo los sacerdotes y los escribas estaban capacitados para interpretar las escrituras. Así que, no sabiendo sus orígenes tenía posibilidades de que le tomaran por alguien importante, pero una vez que le conocían en persona y a su familia ya no le tomaban en serio. Suele ocurrir a menudo esto.
Lo que a mí me llama la atención de las escrituras de Semana Santa es que da la impresión de que Jesús en sus últimos sermones va provocando precisamente a las gentes bienpensantes, rompiéndoles sus esquemas y las cosas que habían dado por sabidas toda su vida. Y a pesar de que conocen sus hechos, los milagros que ha realizado, se resisten a admitir que pueda existir otra verdad diferente a la que les han enseñado. Es decir, que prefieren su tradición a lo que pueden ver con sus propios ojos. En los últimos días Jesús insiste en que tiene autoridad para hablar porque se la ha dado el Padre, pero no le creen. De hecho los judíos todavía no le han creído.
Buen post, Dios siempre nos rompe los esquemas, qué prepotencia tiene el hombre.
ResponderEliminarA mí eso me acerca a su modo de vida: su romper esquemas.
ResponderEliminarTodos somos reacios a cambiar nuestras tradiciones para abrazar nuevas causas por justas y atractivas que nos las pinten.
ResponderEliminarPienso que hoy también lo hubieran condenado por loco y por peligroso. No lo hubieran crucificado pero seguramente que lo hubieran encarcelado y lo hubieran tratado de pirado.
Ese es precisamente el mérito de jesús, remover conciencias después de dos mil años.
Besazo
Desde luego hoy también hubiera roto esquemas. Besos.
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