Cuando mis hijos eran pequeños yo temía el momento en que vinieran mis sobrinos a casa porque, no es que estuvieran maleducados, es que estaban sin educar. Se subían a los muebles y se colgaban de las lámparas, literalmente, como monos y tiraban la comida por todas partes. Si les regalaban juguetes, su juego consistía en romperlos lo más rápido posible. En cambio yo me ocupaba de que mis hijos jugaran con todo. Quién me iba a decir que mis sobrinos acabarían siendo relativamente formales y responsables, mientras que mi hijo en cambio sería el antisistema. Si lo sé, le digo que rompa los juguetes también.
Mis hijos leían muchísimo. El chico todo lo que caía en sus manos. A las chicas me costó un poco más aficionarlas pero desde entonces no han soltado los libros. En cambio mi hijo ya no lee nada. Yo pensaba que lo estaba haciendo muy bien en cuanto a implicarme en su educación y en su ocio, eso sí, dejando que jugaran a su aire, y ofreciéndoles alternativas para que estuvieran entretenidos y estimulados a un tiempo. Y parece ser que no me salió nada mal con las chicas, pero con el chico fue un desastre. Por eso me temo que fue la ideología la que echó a perder toda mi labor. Si pillara al profesor que le metió esas ideas en la cabeza le iba a decir cuatro cosas.
A veces la culpa no es de nadie sino que cada cual es como es, y punto. Un besote.
ResponderEliminarEso espero. Un beso.
EliminarEs cierto, a veces cada uno tiene sus propias aficiones, aunque uno trate de inculcarles lo mejor
ResponderEliminarSaludos!!! :D
Aficiones tiene pocas. Ése es el problema. Un beso.
EliminarY otra cosa, Susana. Nada cae en saco roto. Estoy convencida. Todo lo que tú le has enseñado, ahí está. Un buen día, por una circunstancia "x", despierta. No perdamos la esperanza. Un beso.
ResponderEliminarEs que son ya cinco años esperando... un beso
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